La nieve cae tan silenciosamente y cubre de prisa lo que
alguna vez fue un sendero sin niebla, es irónico como algo viene sin avisar y
se va sin que lo llamen, es algo así la soledad que en algunas veces está
acompañada con la depresión y en casos extremos va de la mano con la
desesperación. Hoy no tengo ninguna de las dos últimas. Hoy solo tengo tristeza
profunda.
Hace frió como de costumbre y las pisadas se quedan marcadas
en el suelo viejo sin percatar que en casa algo falta. El hijo no está, el hijo
se ha ido, no es raro, muchas veces lo hace y no tiene gran importancia; el
muchacho ya no es un niño, es independiente y trae dinero en casa, su presencia
no se hace notar con mucha frecuencia.
Sale y su vida está afuera, camina y se mantiene suspendido
en sus pensamientos; posee un nudo en la garganta, apenas tiene un gusto amargo
en los labios, quiere llorar pero no puede, y susurro apenas sin que nadie me
escuche: estoy solo…
Aparece una sombra que va detrás de él sin hacer ruido, no
quiere que lo descubra pero siempre ha sido su amigo, mantiene una cierta
distancia para no tropezar con él chico y sabe que a él también le hace frió.
Pone sus manos en los bolsillos y esconde su barbilla en la bufanda que se
mueve en la brisa, la diferencia entre él y el muchacho, es que él no tiene los
audífonos puestos por lo que va a ser difícil, piensa, de que se dé cuenta de
su presencia.
Esta roto, ya lo sabe hace tiempo por eso no lo deja solo ni
por un instante, aunque no se atreve a llamarlo y espera con prudencia afuera
del lugar que el joven trabaja, es mejor esperarlo fuera, no quiere ser una
carga allí dentro. Y cuando sale lo sigue como si estuviera acechándolo, lo
único que mira es su espalda, se está marchando a casa; mientras que de lejos
le siguen otros fantasmas.
La sombra se da cuenta de eso y se vuelve a ellos, no,
miren, le dice, búsquense al suyo, estamos juntos hace mucho. Al decir esto lo
miran por un momento y cada uno se marcha sin quedar ninguno. Al detenerse para
ahuyentarlos pierde lo más preciado, ha perdido su rastro, se le abren los ojos
como platos, ¿dónde se habrá metido el muchacho?
Mira por todas las direcciones y corre como loco para dar
con él, traspasa a la gente y no lo ve, siente una sensación rara en sus ojos,
quiere llorar pero no puede, encontrarlo debe. Sin él no posee hogar ni vida,
ya no podrá seguir adelante tratando de ocultarse, se rompería en trisas y no
podría volver a levantarse con prisa, dejaría de existir y aún así el mundo
seguiría rodando sin ningún cambio.
Al correr una sombra igual que él lo persigue, lo sabe y
siente la sensación de que se está ahogando, sigue hacia adelante, no quiere
verlo ni tropezar con el sujeto. Pero ya cansando se encuentra que cae encima
de sus piernas, murmura palabras incoherentes y tiembla de manera violenta
hasta que todo cesa cuando una mano lo consuela.
Se gira apenas y ve que es la sombra, no sabe qué decir, se
queda helado mirándolo y apenas se calma para llegar a preguntarle “¿Quién er…”
pero el otro le interrumpe.
—Levántate —le dice —antes que sea tarde.
Él no comprende, ¿tarde?, ¿tarde para q…? Se interrumpe, lo
mira alarmado al otro, su labio inferior apenas se mueve.
—Tranquilo —le dice —, no he venido con la muerte.
Él no dice nada, no entiende.
—No lo he traído, el chico solo nos necesita a nosotros dos;
vamos, yo sé donde está.
Alarga con miedo su mano, le toca la palma al otro con los
dedos fríos, el otro se la estrecha y sonríe, se levantan y corren ambos sin
ninguna posibilidad de tropezarse. Apenas ríen y en su cara escapan las
lágrimas que no dejo libres.
Al llegar se encuentra en un lugar oscuro, frió y ve apenas
en un rincón algo que se mantiene tieso, se escucha, escucho y veo que su
corazón se enciende, miro con miedo al sujeto.
—Es el chico —me explica —, ha llegado la hora de ayudarlo.
No lo comprendo y sin dejar de soltar mi mano me arrastra
hasta donde el joven se encuentra; nos agachamos, yo por un lado, él por el
otro, nos soltamos, y deja caer sus manos en el hombro y en la cabeza del
chicuelo, finalmente lo abraza.
Su corazón se hace más visible, es como si ardiera por
dentro, entonces hago igual que el sujeto, abrazo al que me pertenece y lo
escucho susurrar de repente.
—Ya no puedo más, ya no puedo más, ya no puedo más…
Ha llegado la hora.
Tiembla y se retuerce, grita con todo lo que puede, grita
como si le doliese, y lloro y sé que también el otro lo hace, solo que en su
rostro posee una sonrisa llena de alegría… lo he comprendido… estaba perdido.
— ¡Ya no puedo más! —Grita el chico — ¡Qué todo se termine! ¡Ya
no aguanto más!
Y sigue gritando, nunca lo dejamos, nunca lo soltamos, yo y
mi compañero… la soledad y la depresión, es hora de capturar a la
desesperación, es hora de calmar todo y volver a la normalidad.
— ¡No! ¡Ya no puedo… ya no puedo más! ¡Por favor, por favor…
detén esto! ¡Ya no aguanto más! ¡Ya no aguanto más!
[…]
Fue extraño, su grito se convirtió en eco, su boca seguía
abierta, sus lágrimas seguían corriéndole por la cara, y nosotros dos con una
sonrisa y alargando nuestros brazos en el interior del muchacho.
Es quizás difícil comprenderlo ahora que en su corazón, muy
dentro de él estaba creciéndole la sombra de la desesperación… y los tres lo
estábamos consumiéndolo… lo sacamos a tiempo y la persona dejo de gritar y
quedo inerte tan silenciosamente en el suelo. Quedo allí, no lo despertamos,
tenía que descansar y los tres nos fuimos andando cada uno por su camino,
marchándonos sin que nos llamen a pesar que llegamos… sin avisarle.
[…]
Hace frio como siempre ha hecho en el invierno, llueve apenas,
pero llueve finito y poco a poco veo apenas… al muchacho que se aleja… aún le
duele, es compresible pero lo importante es que aún sigue firme.
Sonrió para mí mismo
y tiro el cigarrillo, me pongo el sombrero y abotono el abrigo, lo miro
alejarse y espero prudentemente a que se aleje pero nunca lo pierdo de vista,
porque soy su amigo, y aunque sea una sombra no lo volveré a tocar sino morirá.
Es absurdo, lo sé, nunca podre ser como él, ni él podrá
fijarse en mí otra vez, porque esa noche murió algo… morí con él y nació la
esperanza que dejo ayer, la esperanza de seguir viviendo… otra vez.
Fin
(Febrero de 2016; dedicado para M.R.F)